LOS EVANGELIOS
1. Los Evangelios Sinópticos
Investiguemos más detalladamente los Evangelios. Ya hemos indicado algunas de las evidencias que pueden ofrecerse con relación a las fechas y la atestación temprana de ellos, y a esta altura hemos de ver qué puede decirse sobre sus orígenes y credibilidad. Sabemos que desde los comienzos mismos del cristianismo el estudio de los Evangelios se llevó a cabo con toda sinceridad y tenacidad. Ya en los primeros años del siglo segundo, Papías, obispo de Hierápolis, recogió datos sobre ellos y otros afines entre los cristianos que pertenecieron a una generación anterior a la suya, vale decir, entre personas que Habían conversado personalmente con los apóstoles. En el prefacio de una obra que Papías escribió en cinco volúmenes entre los años 130 al 140, titulada An Exposition of the Oracles of the Lord (Una Exposición de los Oráculos, o Dichos, del Señor), perdida en la actualidad, a no ser por unos pocos fragmentos citados por otros autores, dice:
Pero yo no vacilaré en escribir para vosotros, junto con mis
interpretaciones, todo cuanto aprendí de los Presbíteros,
garantizando su verdad. Porque yo no me regocijé con
aquellos que dicen mucho, como hace la mayoría, sino con
aquellos que enseñan la verdad; ni tampoco con los que
refieren los mandamientos de otros, sino en aquellos que
relatan los mandamientos dados por el Señor para la fe, y que
proceden de la misma Verdad. Además, si entretanto me salía
al encuentro alguna persona que había sido compañero de los
Presbíteros, les inquiría acerca de los dichos de los Presbíteros
— qué dijo Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Santiago, o
Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; qué
dijo Aristión y el Presbítero Juan, los discípulos del Señor.
Porque yo supuse que lo que podría deducir de los libros era
de menos valor para mí que la viva voz de las personas
sobrevivientes todavía (iii.39).
Entre las muchas cosas que Papías aprendió de aquellos presbíteros, —o ancianos— figura la información relacionada con los orígenes de los Evangelios que hemos de considerar inmediatamente. Desde entonces hasta nuestros días los hombres han perseguido la misma finalidad, y han tratado de encontrar, no sólo toda la evidencia externa e interna que les ha sido posible sino que se han esforzado por descubrir todo aquello que se halla conectado con fuentes que van más allá de los Evangelios que han llegado hasta nosotros. No es posible negar la atracción que acompaña a este tipo de estudios llamado "Crítica de las Fuentes". Pero la búsqueda de los orígenes del Evangelio y su reconstrucción hipotética, puede resultar engorrosa para el estudiante que tiene la tendencia a olvidar que los Evangelios actuales, tal como los tenemos desde el siglo primero en forma literaria, son más importantes que los documentos putativos que pueden ser sospechados de ser sus fuentes, ya sea porque han desaparecido, si es que existieron alguna vez, mientras que los Evangelios los hemos tenido siempre desde el principio hasta el presente. También ha de recordarse que la Crítica de las Fuentes, interesante como es, ofrece, necesariamente, resultados menos seguros que la Crítica Textual, debido a que debe admitir una cantidad tanto mayor de elemento especulativo. Vale la pena tomar buena nota de las palabras precauterales que apuntamos a renglón seguido, muy especialmente porque provienen del ya desaparecido eminente Profesor F. J. Foakes-Jackson, quien se distinguió como crítico del Nuevo Testamento: